Los clústeres de innovación: una oportunidad para el desarrollo económico y social de Castilla-La Mancha
Si bien la palabra “innovación” no es nueva, es cierto que, en la última década, se ha convertido en una especie de mantra en el que se han depositado las esperanzas para revitalizar el desarrollo económico en tiempos de especial complejidad. Y es cierto que la innovación (la transformación de ideas en valor) es una herramienta esencial para mantener la competitividad de las empresas en una sociedad cada vez más globalizada y que, además, atraviesa momentos de incertidumbre y ambigüedad.
Pero el paradigma de la innovación empresarial ha evolucionado últimamente hacia modelos abiertos, modelos de colaboración más allá de la frontera de la empresa, y que incorporan la cooperación público-privada para la creación de los ya famosos ecosistemas de innovación. Aunque el concepto de clúster no es nuevo, su desarrollo a partir de sus orígenes, los denominados clústeres industriales, ha evolucionado enormemente incorporando no ya nuevos actores sino cambiando ostensiblemente los pilares sobre los que se asientan, sus procesos e incluso objetivos. Más allá de agrupaciones sectoriales que se concentran en un determinado espacio físico próximo, los nuevos clústeres de innovación pretenden orientarse a cadenas de valor completas con actores en sectores complementarios, incorporando, además de grandes empresas tractoras y PYMES, a universidades y centros de investigación, emprendedores, empresas de capital-riesgo, proveedores de servicios en general y, por supuesto, a la administración pública. El papel de esta última ha sido objeto de especial atención, por cuanto resulta esencial como impulsora de los procesos de innovación, yendo más allá de los ámbitos más reconocibles de financiación y políticas fiscales, y permitiendo crear un entorno en el que la necesaria colaboración entre todos los actores encuentre cauces viables y estables de desarrollo.
Todo lo anterior permite pensar que, sin llegar a la proximidad y localidad en la que se desarrollan los clústeres industriales, un entorno cercano como el regional facilita la generación de estos clústeres de innovación. Si analizamos casos emblemáticos de ecosistemas innovadores en todo el mundo, rescatando aquellos elementos que parecen ser justo la razón de su éxito, el carácter regional (incluso local) aparece en la mayor parte de ellos. Así lo atestiguan también ejemplos de considerable éxito en España, como, por ejemplo, el País Vasco o Cataluña.
Hay varios aspectos que permiten analizar el valor de los ecosistemas regionales. Por un lado, teniendo en cuenta el necesario protagonismo de la llamada triple hélice (administración, empresa y universidad) como impulsora y facilitadora del proceso de innovación, el contexto regional ofrece ventajas importantes a la hora de aprovechar las necesarias interrelaciones entre esos actores. La cercanía social de la administración regional, la fácil identificación de grandes actores empresariales y las posibilidades de aprovechar su capacidad de tracción, el conocimiento de un tejido empresarial PYME próximo y la necesaria complicidad con las instituciones de I+D+i de ámbito regional garantizan las mejores condiciones para conseguir el impulso necesario. Este contexto obliga, sin embargo, a que el liderazgo de la administración regional resulte esencial, algo que no necesariamente se asume de forma natural y que, en muchos casos, no se produce con la intensidad esperada.
Por otro lado, la política regional de la UE (la de mayor poder inversor) ha establecido claramente la obligación de definir las llamadas Estrategias de Especialización Inteligente para la Investigación y la Innovación (Research and Innovation Strategy for Smart Specialisation, RIS3), de forma que se aproveche de forma eficiente la financiación comunitaria en el ámbito de la I+D+i. Esto es, para poder reclamar las correspondientes ayudas, las regiones han tenido que, basándose en sus fortalezas y potencial, seleccionar un conjunto de áreas sobre las que asegurar que la aplicación de políticas de innovación conduciría al tan deseado desarrollo económico basado en el conocimiento que la UE abandera.
Este ejercicio de elaboración de la RIS3, realizado más veces a la carrera que con rigor, y en muchas ocasiones sin prever su implantación, ha hecho sin embargo que, al menos, se disponga de un marco a nivel regional sobre el que poder trabajar. También ahora el liderazgo de las administraciones regionales debe ser capaz de impulsar lo que realmente está en el fondo de la definición de la RIS3, más allá de la mera enumeración de las áreas objetivo.
En el caso de Castilla-La Mancha mucho de lo expuesto en las líneas anteriores aplica claramente. Durante la elaboración inicial de la RIS3 regional se identificaron ya algunas agrupaciones empresariales de las que, por su relevancia y proximidad en objetivos y orientación al concepto de clúster, podemos destacar las del sector aeronáutico (fundamentalmente alrededor de Airbus como empresa tractora) y del metalmecánico (representado por el centro tecnológico ITECAM). A ellas se ha unido recientemente una iniciativa en el ámbito agroalimentario, estando otra en el de energías renovables (a partir de las empresas y centros de I+D+i en este sector en el área de Puertollano) a la espera del momento oportuno. Sin embargo, queda un importante camino por recorrer, tanto en la integración de nuevos actores regionales (y por qué no, de ámbito global), como en el necesario impulso por parte de gobiernos regionales y locales.
En este sentido, el proyecto ClusterFY del programa Interreg Europe, coordinado en Castilla-La Mancha por la universidad regional, aborda desde hace ya 2 años y en colaboración con agencias de innovación y administraciones de 8 países de la UE, el desarrollo de políticas nacionales y regionales que, teniendo en cuenta las correspondientes RIS3, permitan intensificar los procesos de creación de clústeres, a la vez que se fomenta la cooperación entre clústeres de distintos países y su integración en cadenas de valor globales. Este objetivo responde a la visión de la UE para el desarrollo de estrategias de innovación regionales que se enfoquen también claramente en las PYMEs, pilar en el que se asienta en la mayoría de los casos el tejido productivo regional (como así ocurre también en Castilla-La Mancha). De esta forma, el desarrollo de los clústeres deberá tener como finalidad el acceso de las PYMEs a los procesos de innovación, la creación de consorcios intersectoriales e interregionales y, en definitiva, el aumento de su competitividad y su integración en cadenas de valor a nivel internacional.